A Vuelapluma

Vida y cotidianidad

3 enero, 2018 00:00

La vida es un ciclo de sueños y buenas intenciones. La espuma de los días. Cuentos al amor de la lumbre que nos vamos creyendo hasta que el tiempo, el vértigo y la mayoría de edad nos desmienten y nos quitan las musarañas de la cabeza y el corazón. Pero mantenerse joven es cumplir años sin que lo parezca y luchar hasta que se pueda contra todas las puestas de sol. No dejar de pelear ni una batalla cada día. Siempre la juventud y el sueño imposible de todo despertar: el estado de ánimo perfecto. Empieza un año nuevo y se esfuerza nuestra voluntad por traernos bonitas ilusiones y sacar de la rutina a la esperanza para ponerla otra vez cerquita de nosotros. Así se van construyendo horas felices y sonrisas en el alma, abrazados a la gente y a los libros, al café de buena mañana y a las conversaciones abiertas, largas y maravillosas con los amigos, con la familia, con el amor de tu vida. Es el espejismo de la pereza de los días, la hermosa cadencia de las horas y la cotidianidad. El mejor plato que nunca debe ausentarse de tu mesa. Los sueños, siempre tan imprescindibles: la única persecución que merece la pena y a la que nunca debemos renunciar.

Vivir es chisporrotear a ratos. La felicidad se sirve en vaso corto y urgente, sin aviso previo ni innecesarios regodeos. Breve e intensa y repetida. La vida es asaltarte de pronto un reguero maravilloso de chispas fosforescentes que brillan y desaparecen en un segundo. Que desaparecen pero nos dejan el regusto y la certeza de que más tarde volverán, en cualquier otra esquina inesperada y luminosa. Un misterio que no necesita más de dos palabras para construirse y ponerse a bombear emocionada y fuertemente tu corazón. Pum-pum, pum-pum. Claro que la vida es sencilla para el corazón: primero late y después se para, pero hasta que eso ocurra hay que darle todo el tratamiento que se pueda de luces encendidas en medio de la noche y todas las algarabías posibles. Ni una menos. El mundo se hace cada día y va siempre con nosotros allí donde vayamos: la cotidianidad es lo único que nos queda de verdad y la gente que hay en ella y las cosas que son capaces de emocionarnos y hacernos más felices, siquiera sea de vez en cuando. Algunas veces la vida.

La vida. Hacerse todas las ilusiones posibles y no creerse ninguna de ellas. No creerse ninguna pero no dejar de tenerlas nunca. Intentar subirse a las nubes que pasan y ser capaz de estar en casa en todas partes. Llevarse el mundo puesto cada día y saber defenderlo en medio de la tormenta y de la gente. Días, sueños, chispas. Páginas y páginas mientras uno no termina de caer. Y ya.