Capilla Sixtina

Muros que se agrietan

4 septiembre, 2018 00:00

El muro de Berlín cayó hace 29 años. Las grietas que lo arruinarían definitivamente habían comenzado antes. Cuando los tanques rusos invadieron Checoeslovaquia y pudieron contemplarse sus figuras imponentes en las calles históricas  de Praga, en aquel año de 1968 en el que todas las cosas sucedieron. Con la Primavera de Praga se había iniciado el camino hacia una Europa distinta a la surgida de la Segunda Guerra Mundial y mantenida durante la Guerra Fría. Praga miraba hacia Europa  para olvidar los años de  acero de la Unión Soviética. Cincuenta años más tarde Europa ve grietas  en sus muros. Y lo que provoca esas grietas, en esta ocasión, es la emigración. El que se agrieta es un muro diferente al de Berlin, pero  muro, al fin y al cabo.  Como en el imperio romano, la emigración amenaza las murallas de la Unión Europea. Toma cuerpo el Eje Austria-Roma-Berlin (en realidad, por ahora, Múnich) para intentar configurar a partir de las elecciones de mayo de 2019 una nueva Europa. El Eje reseñado no es novedoso: muestra inquietantes paralelismos con aquel otro Eje en el que  ascendió y se consolido el fascismo. Así que evitaré decir que la Historia se repite, aunque algunas semejanzas se atisben.

La emigración se configura en los inicios del siglo XXI como el gran problema europeo. El ministro de Asuntos Exteriores de España, Sr. Borrell, habla del riesgo de “autodisolución del proyecto europeo” y del poder disgregador de la emigración. El canciller de Austria y sus compañeros del Eje abogan por el blindaje militar de las fronteras para que ni un solo emigrante se acerque a “nuestro sistema social”. Es la base del discurso de la nueva derecha europea que cada vez se va pareciendo más al que desembocaría en la Segunda Guerra Mundial. Como reacción se ha formado el Eje Francia–Alemania–España, más Portugal. Este otro Eje defiende la emigración controlada y en ningún caso dispuesta a la militarización de las fronteras.

Por experiencias históricas saben que cuando se movilizan los ejércitos resulta después muy complicado volverlos a los cuarteles. Ángela Merkel ha estado a punto de caer por la crisis provocada por su socio de gobierno, el ministro de Exteriores Horst Seehofer, aliado con las tesis de Italia, Hungría y Austria. La ofensiva del ministro ha sido aparentemente contra la política de bienvenida al emigrante de la canciller alemana, aunque, en realidad, es un torpedo contra el modelo actual de Europa. La llegada de Sánchez al gobierno ha posibilitado ampliar el otro Eje con  España. La aparición de Sánchez como presidente, tras la moción de censura por corrupción insoportable del PP,  trasciende los límites estrechos de los asuntos cotidianos de España. España, una vez más, como ya ocurriera en  los mejores momentos de su Historia reciente, se convierte en avanzadilla de políticas progresistas y universalistas.  

En la misma clave europea, solo que en el Eje contrario, se situarían las políticas de no acogida de Casado y Rivera, lo que nos conduce a la otra grieta que amenaza a Europa: la ideológica. Las derechas se globalizan en la defensa de unos mismos postulados, mientras la izquierda, sobre todo la socialdemocracia, va perdiendo presencia en Europa. Su proyecto de unir en un mismo objetivo a clases medias, profesionales, trabajadores, jóvenes y jubilados bordea el retroceso. Todos se sienten amenazados por la emigración. Temen que las condiciones de vida de ellos y de sus hijos se deterioren si hay que atender a los emigrantes. La socialdemocracia que articuló el modelo federativo de Unión Europea pierde terreno. Y el muro ideológico del Estado de Bienestar también se agrieta. Caminamos entre volcanes en punto de erupción.