Capilla Sixtina

Vicente García

30 octubre, 2018 00:00

Fue un hombre sencillo, con formación limitada y gran inteligencia natural. Era llamado por quienes le conocían con el nombre y un solo apellido. Pocos sabrán de él, incluso en Talavera de la Reina, donde pasó una parte de su vida tras la vuelta del exilio, aunque procedía de la Nava, en el territorio de la Jara. Si participamos en una obra coral de autor desconocido, a Vicente García le correspondió interpretar el papel del hombre anónimo, dividido entre dos tiempos, dos ideologías, dos Españas. Y bien que lo hizo. Del tiempo hay que recordar que vivió el periodo convulso de la República, la Guerra Civil y la construcción de la democracia actual. De la ideología, aunque siempre se llamara socialismo, vivió dos épocas del PSOE y de UGT, anterior a la guerra, y el nuevo PSOE, creado en España por unos jóvenes sobre los rescoldos en el exilio de los socialistas supervivientes. En cuanto a las dos Españas, perteneció al bando de los perdedores, huyeron a Francia y volvieron antes de que la dictadura cayera, para empujarla hacia el despeñadero de la historia. A pesar de lo cual, o tal vez precisamente por todas esas circunstancias, rehusó cualquier clase de protagonismo, evitó los cargos públicos –costó que quisiera ser concejal de Talavera -, aunque le encantaba desempeñar cargos orgánicos. Creía que en esa posición podía trasmitir sus experiencias y la sabiduría socialista de un hombre del pueblo. Fue clave para organizar el nuevo PSOE en Talavera de la Reina y, más tarde, en la provincia de Toledo.

En Toulouse se puso de parte de quienes defendían la necesidad de un nuevo partido socialista frente al inmovilismo de Llopis y sus partidarios. Fue amigo de Carmen García Bloise, los hermanos Cobo o Alfonso Guerra. Para todos era “Vicentín”, el joven que, sin apenas cultura, había asimilado los valores tradicionales del socialismo hispano. La organización, el partido, era su ámbito de convivencia, un patio de solidaridad, un instrumento para la transformación de la sociedad. Entendía su papel en el partido como el de “un componedor”. Valoraba la paz interna y el dialogo por encima de cualquier confrontación. Representaba la mística tradicional de la militancia socialista, fundamentada en la ayuda mutua, aprendida en el exilio de Francia. Como era de rigor en aquel exilio dolorido militaba en el anticomunismo, pero más teórico que práctico. Sabía que los dos procedían del mismo tronco, aunque por circunstancias uno virara hacia el comunismo y otro hacia la socialdemocracia. No le costó ponerse de parte de los renovadores del PSOE que renunciaron al marxismo para luchar por un socialismo adaptado a las necesidades de un país que ansiaba la modernización. Con unos pocos creó la Agrupación Local de Talavera de la Reina. Desde allí los nuevos afiliados conectaron con otro grupo, también pequeño, de Toledo. Y en un restaurante, situado en la carretera de Madrid, una tarde anónima constituyeron la Agrupación Provincial del PSOE de Toledo. Desde ese momento trabajó para fundar agrupaciones socialistas en la Jara, la Campana y la Sierra de San Vicente.

Su muerte, producida el viernes 26 de octubre de 2018, supone el final de un tiempo marcado por las experiencias de la guerra, el exilio y la necesidad de no repetir los errores que desencadenaron tantos desastres. Sabía de los desgarros de las guerras, las angustias del exilio, el vacío de las gentes sin patria, las miserias de las luchas partidarias. Para nada quería que esas vivencias las experimentaran otros. Contribuyó, con humildad y con un entusiasmo inagotable, a la construcción de una España democrática. Le llamaban Vicente García. Así, con el nombre y un solo apellido.