Capilla Sixtina

El presente como el pasado

13 noviembre, 2018 00:00

¿Se repite la Historia? Si nos atenemos a la Literatura, sí. Scott Fitzgerald dixit. Si seguimos a los historiadores, no. Porque las condiciones nunca son las mismas. Aunque debiéramos dudar. En los años treinta del siglo XX se reunió en España la mayor concentración de Inteligencia de los siglos. Escritores, poetas, filósofos, dramaturgos, pintores, escultores, pedagogos, músicos, artesanos, fotógrafos, decoradores, etc. Toda esa Inteligencia, en su mayoría, se posicionó a favor de un cambio de régimen político. Las instituciones habían colapsado por  desprestigio y usos abusivos. Una monarquía inoperante debía ser sustituida por una República. Sería la revolución soñada. El único camino que se veía para la salvación de España, en expresión de Beevor. Se habían convocado elecciones municipales para un 12 de abril de 1931. Se convirtieron en un plebiscito sobre la monarquía. El 14 de abril, tras el triunfo de la coalición republicano-socialista en los municipios, la República sustituía a la Monarquía.

El nuevo sistema de gobierno nacía con importantes lastres: la polarización de la sociedad, la atomización de la representación parlamentaria y muchos, muchos, problemas por resolver.  Entre otros la organización territorial. Ningún presidente de la República se mantuvo tiempo y los jefes de gobierno, menos. La volatilidad política y social era muy alta. En esos años los partidos políticos  de derechas o de izquierdas se fueron inclinando cada vez más hacia los movimientos imperantes en Europa: el fascismo y el comunismo. En un contexto de debilidad extrema catalanes y vascos plantearon la aprobación de su propio Estatuto, con rango de Constitución. Aún así no hablaban de nación ni de independencia. La caída de la República llegó por un golpe militar, que ocasionó una guerra civil. Del lado de los golpistas estaban Italia y Alemania, de parte de la República, la Unión Soviética. El resto de países se declararon neutrales. A la guerra siguió una dictadura militar. Se mantuvo hasta su final de forma natural. Se implantó un sistema democrático, regido por una Monarquía parlamentaria. Se aprobó la Constitución del 78 que continua vigente cuarenta años después. Pretendía superar los problemas del pasado y enmendar errores antiguos.

En  2018 el fascismo y el comunismo no existen, excepto como objeto de novelas o de Historia. Están siendo sustituidos por los llamados “populismos”, de derechas o de izquierdas. Ya saben, soluciones fáciles a problemas complejos. Las instituciones vuelven a estar desprestigiadas, la sociedad, fracturada y, en progresión, más polarizada. El Parlamento nacional atomizado. Tras la repetición de dos elecciones seguidas, apenas  se pueden aprobar los presupuestos generales del Estado. Cataluña, observada de reojo por País Vasco, quiere constituirse en República y nación independiente. En el Parlamento catalán y en diversos municipios se reprueba a la actual Monarquía parlamentaria y se habla de cambiar el sistema político.  Entienden que un cambio de régimen desde los municipios serviría para resolver los asuntos pendientes de España, entre ellos, los territoriales. En Cataluña creen que cuanta más debilidad exista, más fácil resultará conseguir sus objetivos. Un cambio de sistema sería tan traumático que les beneficiaría. El  pasado aparece con toda su crudeza en  el presente. Para algunos el futuro se construye recuperando materiales desgastados del pasado. Lo que nos puede estrangular.

En el año 1931,  cuando se proclamó la República, nadie pensaba que aquello pudiera salir mal. La Inteligencia, la mayor probablemente de la Historia de España, no pudo evitar el fracaso del proyecto. Demasiada inestabilidad, demasiados asuntos sociales por resolver, demasiadas tensiones territoriales.  La Unión Europea está revuelta; las democracias tradicionales, en crisis. Los populismos avanzan. Nacionalismo, aislacionismo, autoritarismo y xenofobia son sus distintivos  reconocibles. ¿Existe suficiente Inteligencia en tiempos actuales?