Capilla Sixtina

La propuesta disolvente de Carmena

18 septiembre, 2018 00:00

Un ataque más a la democracia parlamentaria es la propuesta de la señora Carmena, actual alcaldesa de Madrid. Su anuncio de una lista al margen de los partidos políticos para Madrid, ¿cómo llamarla? ¿interpartidaria? ¿participaria?, es la propuesta engolada de una persona que bajo el disfraz de  “abuelita de Madrid”, inocente y perversa a la vez,  oculta su menosprecio por la democracia representativa. Es comprensible que esté hasta las narices de sus compañeros de lista, unos conspiradores que no han hecho otra cosa que intrigar. Es comprensible que esté harta de los inútiles que le impusieron Podemos y compañía, pero incluso aceptando el hecho nada cuestionable, la propuesta anunciada estos días es ácida y letal. Los partidos políticos no sirven para la política, viene a decir. Y menos, la municipal. Ya no se trata de viejos o nuevos partidos. Son las estructuras partidarias las que no sirven. El mundo interconectado reclama nueva formas de gestión. Hay que profundizar en la democracia directa y los partidos políticos no garantizan nada de eso. Este es el discurso, aparentemente moderno y falsamente democrático, que nos vende la señora Carmena y quienes jalean su propuesta.

Los partidos políticos se equivocan muchas veces. Cierto. No eligen a los mejores para la representación y la gestión de los asuntos públicos, sino a los más fieles, a los más dúctiles, a quienes más y mejor se pliegan a los intereses de los tres o cuatro que mandan. También cierto. Como cierto es que en los partidos políticos se cuelan los corruptos y arribistas que esconden sus incompetencias en argumentaciones de modernidad tecnológica o de juventud preparada. Cierto y más. Aún así, con tantos defectos, son preferibles a quienes interpretan la política desde  “egos” inconmensurables. Trump sería el ejemplo lejano del modelo, pero más cerca, aquí mismo, abundan los parecidos. Es preferible un sistema de partidos políticos imperfectos, a un modelo político basado en santos, iluminados, ególatras, narcisos, visionarios ingenuos, caudillos y cualquiera otra fórmula que puede  crecer en los frondosos bosques del populismo. La señora Carmena, subiéndose a la ola de las corrientes del “Me Too” global, introduce subrepticiamente el mensaje tramposo de un feminismo empoderado en su individualidad posesiva, que se asienta sobre una identidad municipal autónoma e independiente. Los Ayuntamientos, desde su condición de cercanía y proximidad, asegurarían mayores niveles de democracia inclusiva y de gestión participativa. Una falacia sugestiva en tiempos de confusión y deterioro del sentido de la democracia.

Los partidos políticos tendrán que actuar con capacidad planificadora en la elaboración de  listas y de selección de candidatos. Están obligados a superar hábitos del pasado. Deben interpretar, en su gravedad, la parte de crítica que lleva implícita la propuesta disolvente de la señora Carmena. Tienen que “afinar” sus estrategias de elección y representación de candidatos. Sin trucos de apariencia democrática, sin circunvalaciones primarias que llegan  manipuladas al día de la votación de los militantes por quienes detentan el poder de amedrentar, asustar o premiar a los más oportunistas. Un inútil siempre será un inútil, aunque se le nombre lo que se quiera o se parapete tras el despacho que quiera. Incluso, aunque sea votado por los ciudadanos.

 Hay que combatir los discursos corrosivos de gentes que, desde una apariencia de independencia y candor melifluo, promueven iniciativas profundamente antidemocráticas como la de la señora Carmena.  Por cierto, elegida alcaldesa de Madrid no por sus méritos excepcionales, que seguramente los tendrá como jueza y como persona, sino por sistemas de cooptación y reparto de cuotas de poder de un conglomerado de gentes en los que primaron las intrigas y las conspiraciones, al más rancio estilo estalinista.