Capilla Sixtina

España y los extremos

2 enero, 2019 00:00

Hasta las elecciones andaluzas estábamos orgullosos de que en España no hubiera aparecido, como en el resto de Europa, un partido de ultraderecha. Una vez más éramos diferentes. Modernamente diferentes. Nos sentíamos inoculados contra la ultraderecha.  Las elecciones en la Comunidad Andaluza han trastocado el optimismo y ha arruinado nuestra innata tendencia a vernos diferentes. Vox estaba ahí, agazapado, cosechando algunos votos en las pasadas elecciones. En las elecciones andaluzas ha conseguido colocar 12 diputados en el Parlamento regional. Un éxito y una sorpresa. Como en su día lo fuera la aparición de Podemos. Y todos, ansiosos de novedades y espectáculo, nos subimos al carro de los análisis, de los comentarios, de las interpretaciones. Los dos, cada uno en un extremo, se asemejan. Buscan asaltar los cielos. Unos, para imponer un gobierno  popular; los otros, para colocar goma dos a la democracia.

Podemos soñaba con sobrepasar al PSOE y quedarse como izquierda única. De Vox se dijo que iniciaban la Reconquista, pero no desde el Norte, contaminado y tóxico, sino desde el Sur, un espacio depositario de las esencias de la Nación. Las sucesivas elecciones ha ido marcando la evolución de Podemos. Desde el comunismo, de inclinación trotskista, giraron hacia una izquierda populista del tipo Tsipras, en Grecia; atravesaron la socialdemocracia como un rayo. Se alinearon con el peronismo de Argentina y con Chávez en Venezuela. El recorrido se ha hecho a tanta velocidad que  han quedado en cueros. ¿Cuál es la ideología de Podemos en la actualidad?  Vox, por su parte, tras los resultados de Andalucía, ha decidido ocultar su ideología.  No quieren que se les compare con Le PenSalvini, o Trump. Se supone que todo el mundo sabe dónde están. Siendo una derecha más firme que la del PP. También estos están desnudos.  Ambos partidos, situados teóricamente en los extremos, encubren sus objetivos, sus fines y su identidad. Para Vox se trata de llegar a las siguientes elecciones con el reclamo de partido sorpresa, como en su día hiciera Podemos. No digo que sean iguales, pero sí que están trazando trayectorias similares.

En el resto de Europa se han esforzado en cercar a los partidos de ultraderecha con  un cinturón de hierro. Valls, un europeo francés, ha dicho que es preferible quedarse sin gobierno a permitir que partidos de este tipo lleguen a las instituciones. Aquí, están en el Parlamento de Andalucía y han llegado a la Mesa que lo preside y regula. Pocos han hecho caso a Valls. ¡Bah, se ha dicho, es un gabacho! Nosotros no vamos a poner fronteras, nada de  vallar  el territorio institucional. Si tiene que estar que estén, aunque quieran acabar con la democracia.  Y es cierto que quienes piensan así, tienen algo de razón. Es imposible poner puertas en el campo.

Hay que rotular  ese campo con actuaciones y planteamientos diferentes. Hay que sentirse muy anclado en las propias ideas para iniciar un proceso que, a partir de ahora,  elimine las condiciones que han propiciado la aparición de este tipo de partidos. Y es que, ni Podemos, en su momento, ni Vox ahora,  han aparecido por encantamiento. Las condiciones se han ido creando durante los últimos años: el PSOE abandonando las políticas de izquierdas; el PP desfigurándose hacia el centro. Sin encarar con firmeza la corrupción institucional y económica;  mirando más a su ombligo que a las necesidades de los ciudadanos, distanciándose de todo y de todos. Y, por último, aclarar el embrollo territorial. España no puede estar sometida permanentemente a tensiones territoriales. Reestructurar y reorganizar la convivencia sería el gran antídoto contra los extremos.