Confidencial

El buen alcalde de Albacete que se va y el buen alcalde que puede venir

30 junio, 2017 00:00

La inesperada dimisión de Javier Cuenca como alcalde de Albacete ha sido un duro mazazo para el Partido Popular y para sus dirigentes en la provincia y en la región por lo personal y por lo político ya que creían tener el futuro asegurado en el ayuntamiento de la mayor capital de Castilla-La Mancha, y con mayoría absoluta probablemente. Era un horizonte lógico puesto que Cuenca se había ganado el cariño y el respeto de los albaceteños, incluido el de muchos que no le votaron o que militan en partidos rivales y que han visto como pasó, en apenas un año, de ser casi reprobado por la oposición a aprobar los presupuestos de 2017 sin ningún voto en contra. En eso consiste el arte de la política y del gobierno de una institución compuesta en este caso por un amplio abanico de siglas que en teoría complican la negociación y los acuerdos, pero que el ya exalcalde supo afrontar con inteligencia y una envidiable predisposición al diálogo. La presión del ambiente y su alto sentido de la responsabilidad han podido con él hasta el punto de afectar a su salud y obligarle a tomar la triste decisión de renunciar a un cargo que le habría servido de trampolín para ser “lo que hubiese querido” en el mundo de la política, tal como había expresado más de una vez la presidenta regional del PP, María Dolores de Cospedal.

Se va un buen alcalde y puede venir otro. Javier Cuenca era un buen gestor, pero quizá no habría ido tan lejos sin contar con un equipo de gobierno con una buena nota media y dos o tres miembros sobresalientes. Entre estos últimos está Manuel Serrano, que se configura ya como sucesor de Cuenca, aunque la alianza de los grupos de la izquierda, apoyados por el inefable concejal no adscrito Pedro José Soriano, amenazaría con  elegir al socialista Modesto Belinchón alcalde de Albacete. Esto último sería una jugada en falso que tendría consecuencias para el PSOE en el futuro por oportunismo y por la insensatez de ponerse en manos de un concejal tránsfuga tan peculiar como inestable. Lo normal es que el PP pueda seguir con la gestión y el proyecto que ha desarrollado con éxito estos dos últimos años y que Ciudadanos contribuya a que así sea votando a favor del nuevo alcalde “popular”.

Manuel Serrano, que pese a su juventud tiene ya una larga trayectoria en la política local y provincial, ha sido la mano derecha de Javier Cuenca estos dos años y ha participado en todas las decisiones importantes que se han tomado desde la alcaldía. Precisamente es quien se ha ocupado, además de la complicada concejalía de Festejos, de la Coordinación de Relaciones Institucionales y con los Grupos. Es en gran parte el muñidor de los acuerdos con los partidos rivales, resto de instituciones y con los colectivos sociales y económicos de la ciudad, además de mantener un excelente trato con los medios de comunicación que viene ya de lejos. Tiene un aspecto tan joven o más que el de Cuenca, pero está ya curtido y muy experimentado en la política y en la gestión municipal. Creemos que es una apuesta segura como alcalde, aunque en algún sector del PSOE la dimisión de Cuenca se ha visto desde el primer momento como la gran oportunidad de recuperar el poder en una de las instituciones más importantes de la región en el momento más delicado del partido en Castilla-La Mancha. Y eso ya se sabe lo que significa.