El Alcaná

La España de nuestros hijos

23 julio, 2018 00:00

Pablo Casado ha ganado la presidencia del Partido Popular con casi un sesenta por ciento de los votos a Soraya Sáenz de Santamaría. El joven diputado por Ávila llega de esta manera contra pronóstico a la cúspide del principal partido de la derecha española, cuando hace apenas un par de meses nadie contaba con él. Su determinación y condición de outsider frente a las dos candidatas oficiales ha jugado a su favor; Casado ha sido el caballo que llega de atrás y arrebata en el último segundo el triunfo al favorito. Después de tantos años con las mismas caras gastadas por el gobierno y la corrupción, el peperío ha optado por la renovación pura y dura, aunque sea volviendo a las esencias. Casado es de derechas, si bien ahora se declara moderado. Tendrá que avanzar al centro para ganar elecciones, pero de momento ya ha conseguido alzarse a lo más alto del PP a base de un discurso cargado de ideas -conservadoras, pero ideas- y emoción. Ahora debe encontrar un punto de apoyo para mover el mundo.

No lo va a tener fácil Casado, pues los dinosaurios harán como que duermen y el cainismo habitual de los partidos jugará en su contra. El joven Arenas, Soraya y aledaños esperarán agazapados a que cometa errores, pero con eso ya debe contar. Ha mostrado coraje cuando, pese al asunto del máster, no se arredró y dio el paso adelante. Es de Ávila y Suárez Illana iba detrás de él; reivindica los valores de la Transición y el legado de su padre. El temple castellano se le notó en el discurso cuando habló de los “momentos recios” que nos ha tocado vivir. La muralla imprime carácter y le hará falta fortaleza para aguantar los embates que lleguen. Se parece a Rivera y habrá que dilucidar si es mejor el original o la copia; el apoyo incondicional de Isabel, su esposa, aparte de la juventud, le da un perfil kennedyano.

Habló de impuestos y su bajada, algo que no ha hecho el PP estos últimos años y que el PSOE ya amenaza con subir. Dejó dicho en el discurso de la victoria que luchará por suprimir los impuestos de patrimonio, donaciones y sucesiones. Esa es la España de la vergüenza, la de la doble imposición, la de hijos que renuncian a herencias porque no pueden hacer frente a la mordida que el Estado exige. El Leviatán pone el cazo sobre el muerto y sus herederos para cobrar su parte sobre algo que ya el finado pagó en vida. Es el impuesto de la muerte y el expolio. Hacienda da por culo hasta cuando mueres.

Pero lo que más llamó mi atención del discurso fue la frase con que acabó. Dijo que luchará para mejorar “la España que dejamos a nuestros hijos”. Después de haber plagiado con gusto a Alsina con lo de la España que madruga, Casado reivindica ahora el legado que recibirán los vástagos. Ese es el verdadero problema político que tiene nuestro país y que ningún partido o dirigente ha querido abordar seriamente. Por vez primera en nuestra historia reciente, estamos ante la posibilidad más que cierta de que una generación viva peor que la de sus padres. Yo no estoy seguro de que pueda ofrecer a mis hijos todo lo que mis padres me dieron a mí. Y eso que venían de la nada, de un país hundido, en la miseria, destruido por la guerra. Ellos levantaron un edificio soberbio que ha permitido que mi generación estudie y viaje, algo que jamás ellos pudieron hacer. Y, sin embargo, nuestros hijos, carentes ya de toda ética del esfuerzo y con los derechos adquiridos en vena, pueden verse abocados a un mundo mucho más difícil por la indolencia de los padres que lo gastaron todo. Esa es la almendra política que la democracia del postureo esquiva, mientras mueve huesos y gafas de sol. De ahí arrancan todos los problemas que ya han explotado en nuestras narices, desde el nacionalismo hasta el populismo. Corresponde al liberalismo, que siempre creyó en la libertad para el progreso de los pueblos, y a la socialdemocracia moderada que cree en la equidad pero no en el expolio, diseccionar este cadáver como si de la clase de anatomía de Rembrandt se tratase. Lo demás son juegos florales y coros y danzas.