El Alcaná

Campeones

4 febrero, 2019 00:00

Jesús Vidal ha emocionado a un país entero pronunciando el mejor discurso de la historia de la gala de los Goya. Dijo en cinco minutos frases tan lapidarias que podrían esculpirse tranquilamente en mármol. "Mami, gracias por darme la vida, gracias por dármelo todo… y por enseñarme a ver la vida con los ojos de la inteligencia del corazón. Queridos padres, a mí sí me gustaría tener un hijo como yo, porque tengo padres como vosotros". No se puede decir más en menos, no puede condensarse en tan pocas palabras la profundidad de un pensamiento. Lo que Jesús ha enseñado al mundo es algo que ya intuíamos, que la verdadera dificultad está en lo sencillo, que son las cosas más básicas las sobresalientes. Y un sintagma lapidario, definitivo, que hace temblar todos los manuales de autoayuda, la inteligencia del corazón. Jesús ha concretado ahí siglos enteros de investigación psicológica. Como tantas veces ha dicho Roberto Aguado, uno de los grandes profesionales de la psicología de este país, la emoción decide y la razón justifica. Y son los ojos del corazón los que más bellamente pueden contemplar la inteligencia. ¡Bravo, Jesús! 

Llevo muchos años haciendo en Onda Cero Capaces en la Onda, un programa con chavales que tienen síndrome de Down. Puedo decir que es una de las experiencias más gratificantes de toda mi carrera, porque ellos me han enseñado cosas que jamás imaginaba. Por ejemplo, la humildad y la constancia. O no el desfallecer jamás y volverlo a intentar. Tienen una capacidad especial para transmitir emoción y cambiar el ambiente. Quien ha trabajado alguna vez con personas Down sabe de lo que hablo. Ángel Nicolás no se cansa de repetir a los empresarios que no tengan miedo, que lo prueben. Él digitalizó su archivo entero con chavales de Asdownto y los tenía que despegar de la fotocopiadora para tomar café. En una fábrica de pintura, a la hora de colocar las tapas sobre los botes en función de los colores, la línea que depende de un Síndrome de Down jamás tiene fallos. Pero sobre todo, desbordan humanidad. Te abrazan, te besan, ríen y lloran y te muestran la verdad de la vida sin pedir permiso. Acóplate a ellos, que ellos se acoplarán a ti. 

Hace unos días, Inserta y la Fundación Once invitaron a un grupo de empresarios a un desayuno en la Venta de Aires. También participó el presidente de la Junta. Lo más sobresaliente, sin duda, fue el testimonio de Álvaro Galán. En el tarjetón del programa, lo etiquetaban como trainer paralímpico. Yo no tenía ni idea de qué era eso. Resulta que estaba a mi lado, sentado en mi mesa. Un joven en silla de ruedas que vi cómo se preparaba el Cola Cao lentamente y con dificultad, debido a la incapacidad motora de sus extremidades superiores. Consiguió hacerlo estupendamente y con sorpresa comprobé después que lo microfonaban. Álvaro Galán tiene parálisis cerebral y es psicólogo. Le cuesta hablar, pero su expresión penetra a donde cualquier otra voz le está vedado. Fue una sesión de coach dada por un paralítico cerebral ante una concurrencia ensimismada, boquiabierta. Lloré lo que en mi vida en público me permití. Acuñó el principio de Álvaro, según el cual el empuje de una persona con discapacidad para salir hacia arriba es el mayor del mundo. Por eso, jamás desaprovechará una oportunidad laboral. Explicó incluso otro principio de optimización empresarial. Cómo lo mínimo puede alcanzar lo máximo.

No hay inversión mayor que la del corazón ni maestría principal que la de la inteligencia emocional. Quienes lo saben, dan con la tecla o el punto de apoyo que pedía Arquímedes para mover el mundo. Jesús lo ha hecho con su discurso. El resto de los humanos "normales" tenemos la rara capacidad de complicarlo todo para retorcer lo que es un paisaje claro, limpio, diáfano. Gracias, Jesús, por recordarlo.