El Alcaná

La Vox de la Sagra

18 noviembre, 2019 00:00

He leído un artículo bastante interesante en El Independiente de David Sarias, profesor de Políticas en el CEU, que explica de manera convincente el triunfo de Vox en la Sagra. El ascenso del partido de Abascal se debe a múltiples factores, pero sobre todo a la sensación de orfandad que cunde curiosamente tanto en el ámbito rural como en los cinturones industriales, más propios de la izquierda. El giro copernicano de Sánchez e Iglesias explica claramente cómo el voto que antes era de Podemos se ha ido a Vox. Sin ningún tipo de reparo ni miedo al ridículo o la vergüenza, los dos timoneles de la izquierda han demostrado sin tapujos que están más preocupados por salvar su culo que por agruparse en la lucha final. Lo de Pablo es ya una vieja travesía que incluye el asalto a Galapagar en lugar de los cielos; lo de Pedro, un comportamiento rayano en la psicopatía donde apenas fluyen emociones que no sean la permanencia en el poder o el placer de la tiranía, sobre todo, con su partido. La falta de empatía demostrada por ambos es ciclópea, que es lo que define a un buen psicópata, puesto que hoy hace una cosa y mañana la contraria sin pestañear ni derramar una lágrima. A Pedro le da igual. No tiene otra cosa mejor que hacer que permanecer en el Moncloa, de igual forma que la Esquerra no tendrá tampoco nada más oportuno que abstenerse para facilitarlo. Entre medias, los españoles presos y tomados como rehenes. Los que los han votado y los que no. Y al fondo, Vox.

Vox es el remedio de los desheredados, de la vieja Castilla, de los tercios de Flandes que lucharon en un imperio con los pies de barro. Los cinturones industriales se han ido desplazando y ya llegan hasta Yuncos. Se levantan cada mañana los sagreños camino a Madrid para dar servicio a a la capital y sus pueblos dormitorios. Son los sirvientes de los sirvientes y a los que encima no les dejan meter el coche en la ciudad porque contamina. No entienden que los gobiernos se preocupen más por las cabras o los conejos que por las personas. Y empiezan a estar hasta los huevos. El voto de Vox fue la resistencia numantina ante Cataluña al principio y la bandera de España en pie. Después caminó hacia el muro y los derechos de los nacionales frente a los que de fuera venían. Barrios obreros que se preguntan por qué un morito cobra subsidio y un parado no. Ahora la bola de nieve sigue creciendo y se levantan las heridas ante los insultos. Cuanto más zarandeen a Vox, mayor será la contestación y continuará su crecimiento. Se lo dijeron a Errejón cuatro chavales jóvenes de malas maneras a la salida de un acto. Es la réplica del suburbio al burócrata, al establishment, a los operarios que sólo vivieron de la política. Por eso tiene más de movimiento que de política. Era la ultraderecha sólo en los discursos del Psoe y la izquierda acomodada para desgastar al PP. Ahora se lo ha creído y es la ultraderecha de verdad, sin complejos, creciendo a base de bien. Son los parias, los pobres, los que no han salido de la crisis, los pagadores de la desigualdad de la que tanto habla la izquierda en sus púlpitos. Han visto cómo la universidad está infectada de un discurso que sólo ha servido para que los marqueses se compren la finca de Galapagar, como en los buenos regímenes comunistas. Vox es ya homologable a un Frente Nacional sin duda. Pero no pararán ahí. Han perdido el miedo al complejo y un gobierno socialcomunista de burócratas ricos no hará más que soliviantar al personal. De fondo, Cataluña, y la batalla imperecedera por la que España nunca jamás renunciará a su Historia. Sólo queda Ciudadanos y Arrimadas para evitar que Vox no siga creciendo por todas partes, centro incluido. El otro día vi a un profesor de los progres que vino a decirme que nos están obligando a votar a Vox. En la Sagra ya lo han hecho. Y si Pedro sigue con sus coros y danzas de relatores, mesas y remesas, Abascal entrará en Barcelona como Franco en el 39. Tanto resucitarlo, que ya está aquí.