El Alcaná

Una foto para la Historia

13 mayo, 2019 00:00

El funeral de Alfredo Pérez Rubalcaba ha dejado muchas frases e imágenes para la Historia. Ninguna, a mi juicio, como la fotografía de Bernardo Díaz en el diario El Mundo, en la que se junta de golpe, como un manotazo, el Estado entero de estos últimos cuarenta años. El Rey Viejo, como popularmente ya se conoce a Don Juan Carlos, Felipe González y Pedro Sánchez. Un poderoso triángulo de las Bermudas, la vertebración entera de España, el duelo por un trozo de Historia, la incógnita de la continuidad o la dilapidación de la herencia.

FG, como crípticamente escribía Umbral, aparece llorando y secándose las lágrimas, mientras Don Juan Carlos lo observa de espaldas, con la mirada consternada ya de la Historia y el paso de los años. A su lado, Pedro Sánchez, el más frío, sereno e impertérrito contempla a quien no lo apoyó en los últimos meses frente a Susana Díaz. La historia del socialismo español es la de sus hijos y hermanos devorándose entre ellos a las brasas de España, cuyo fuego siempre conservan y abanderan, pese a todo. García-Page lo dice mucho y coincido. Por suerte o desgracia, el Psoe es el partido que más se parece a España. Ahí estaba, a las puertas del Congreso, arrumbada más de medio siglo de Historia viva.

La presencia de Don Juan Carlos es la clave de bóveda que sujeta el armazón o arquitectura. Curiosamente, el Rey ha tenido en el Partido Socialista su más fiel y buen valedor. La derecha ya la tenía conquistada y, en cualquier caso, para él quedan aquellos años de la Transición en que los camisas viejas lo llamaban traidor. El avance de la Historia está lleno de traidores. Realmente, la Transición fue una asombrosa conjunción estelar de traidores. Heterodoxos, si lo prefieren. Suárez, el Rey y Carrillo. Y hasta acá hemos llegado. Con los ojos llorosos porque murió un estadista.

Felipe González es el gran modernizador de España, quien desde el error y la renuncia a las tesis marxistas o la entrada de nuestro país en la OTAN, lo elevó a la altura de Barcelona 92 o el Ave a Sevilla. Luego la corrupción lo machacó y, pese al cambio del cambio, hubo de dejar paso nuevamente a la derecha. En la foto no aparece la derecha. También tiene culpa de todos estos años y, aunque parte de la izquierda no lo reconozca, es la que ha salvado ya varias veces a España de la catarsis económica. Aznar colocó los pies sobre la mesa de Bush y aunque el detalle es de mal gusto, estábamos entonces al borde del G-7. Del 11-M acá, sin embargo, hemos vuelto al garrotazo y la guerra civil entre españoles. Pero, como decía el finado, España no se merece un gobierno que mienta. O eso quisimos creer.

Y ahora llega el turno de Pedro, la incógnita de la ecuación, la esfinge de la cariátide, el enigma sin resolver. Creo que Sánchez ya ha dado muestra de su versatilidad y falta de escrúpulos. Puede ser un gran hombre de Estado, aunque antes habrá de domar a sus socios y azuzar el enfrentamiento fratricida en la derecha. Rubalcaba se nos ha muerto como del rayo, y son tantas las palabras y contradicciones que darían para un libro. Fue el Fouché español, de eso no tengo dudas. Y tuvo grandes aciertos, pero también ominosos errores. Pero si me dan elegir, como la canción de Los Chichos, prefiero tres Rubalcabas a todo un ejército de pandilleros imberbes salidos de la nada. Rajoy lo sabía y por eso escribió el artículo del viernes, un rival admirable. FG dijo que se había quedado interrumpida su conversación con Alfredo, parafraseando a García Márquez. En realidad, España está interrumpida a la espera de otro funeral de Estado en el que se reconozca tanto a sí misma como en este.