El Alcaná

De Cervantes a Millán Astray

11 junio, 2018 00:00

La Universidad de Barcelona ha suspendido un acto de Sociedad Civil Catalana dedicado a Miguel de Cervantes por la presencia de medio centenar de activistas de la CUP, que gritaban “fuera los fascistas”. El rector dictaminó que los organizadores y asistentes al encuentro debían salir por la puerta de atrás para evitar males mayores, con el argumento de que no podía garantizar la seguridad del acto y mucho menos “cruzar la línea roja” de llamar a los Mossos d'Esquadra para que la fuerza no entrara en la universidad. Lo venía sospechando hace tiempo, pero esto confirma la gravedad de la crisis universitaria española. No sólo es que la Formación Profesional haya cogido un vuelo inesperado como salida laboral para los jóvenes más talentosos, sino que hay rectores que deshonran el birrete con sólo mirarlo. Esto demuestra también mi teoría de que hay auténticos cafres ilustrados; por más libros que hayan leído, siempre han sido los mismos y no los contrastaron con la realidad.

Lo ocurrido en la Universidad de Barcelona la semana pasada es la gota que colma el vaso de la burricie separatista. Los ágrafos anarquistas de la CUP –cómo es que aún no han traducido a Bakunin al catalán- cierran la universidad, el templo de la inteligencia, con la excusa del fascismo. Sin darse cuenta, han hecho suyo el grito que Millán Astray le espetó a Unamuno aquel octubre del 36: “¡Muera la inteligencia!”. Quienes dicen luchar contra el fascio, asumen todos los principios que lo sustentan, como su pavor al intelecto. Para dar mayor verismo a la protesta, alguno de la CUP tendría que haberse puesto un parche en el ojo.

La decadencia y degeneración del pensamiento a manos del nacionalismo es colosal. Todo lo justifica y todo lo pliega, hasta el más grande creador de un personaje novelesco, que une España del centro a su periferia. Don Quijote llegó a Barcelona y quedó impresionado por el mar, la imprenta y el Caballero de la Blanca Luna, ante quien cayó derrotado. Estas acémilas de la CUP no han leído el Quijote ni saben quién fue Cervantes, pero el rector sí, o al menos, se supone. Que quien debe mantener el orden en una universidad utilice el argumento de “las líneas rojas de la fuerza” para no combatir la fuerza misma, es que padece un grave trastorno perceptivo. No ha leído a los clásicos –si vis pacem, para bellum- y mucho menos a los liberales, bien por idiocia o sectarismo, caras de la misma moneda. Si hay algo que garantiza y preserva la libertad es la seguridad basada en el uso legítimo de la fuerza, monopolio propio del Estado. De hecho, es el único monopolio reconocido por los liberales. Lo contrario es subvertir el orden lógico de las cosas con la apariencia de normalidad. Es este el principio del Leviatán, que ya llegó y está aquí para quedarse.

Unamuno habría palidecido ante tanta ignominia, al contemplar cómo el cargo de rector cae hoy en cualquier mano. Eso fue lo que a Cervantes le faltaba y escribió el libro más influyente de la Historia. Don Miguel, el bilbaíno y noventayochista, observaría con espanto la tremenda coincidencia. El mutilado de África, a bocados de tiros y lobas, cercenando de nuevo al de Lepanto, manco en la más alta ocasión que vieron los tiempos. Así las cosas, no nos extrañemos si dentro de poco escuchamos en los bares de alguna facultad aquello de “ya hemos pasao”. Ardo en deseos de saber quién será Celia Gámez y la letra del cuplé.