El Comentario

Por un río Tajo en buen estado

16 octubre, 2018 00:00

Es un hecho a escala global que el régimen hidrológico de los ríos ha sido gravemente alterado por la construcción de estructuras hidráulicas, tales como presas o trasvases, que tienen como finalidad generar energía hidroeléctrica, garantizar el abastecimiento a las grandes urbes, o derivar agua hacia otras cuencas calificadas como deficitarias por los responsables de la gestión de los recursos hídricos. Además, especialmente en los tramos medios y bajos, buena parte de los ríos han quedado aislados de su llanura de inundación debido al diseño y la puesta en práctica de medidas de mitigación del riesgo por inundación, tales como motas o dragados. Por tanto, en muchos ríos se está produciendo un aumento significativo en el periodo de retorno de las inundaciones ordinarias, lo cual está implicando la pérdida progresiva de la conectividad lateral entre el río y la llanura de inundación y, en consecuencia, una fuerte tendencia hacia su cegamiento o terrestialización. Como consecuencia, más de la mitad del área antaño ocupada por zonas riparias (hábitats vegetales y comunidades en la interfase río-llanura de inundación) a escala global ha desaparecido o está degradada en distinto grado.

El río Tajo es un buen ejemplo de todo lo descrito el párrafo previo. Así, la cuenca del Tajo es la primera cuenca española en capacidad para embalsar agua. Además, hay que tener en cuenta el impacto negativo del trasvase Tajo-Segura, que contribuye significativamente a que el río Tajo no tenga un buen estado ecológico de acuerdo con los criterios establecidos en la Directiva Marco del Agua. La construcción de presas en la cuenca del Tajo ha alterado de manera significativa el régimen hídrico y el comportamiento hidráulico del Tajo y sus afluentes. Con la construcción de los primeros embalses (El Embocador, Valdajos y El Villar), el volumen embalsado hasta 1900 era de 23,17 hm3. Actualmente, la capacidad de almacenamiento de todo el complejo de embalses de la cuenca del Tajo es de 11.012 hm3.  A este volumen hay que añadir el que se retrae de la cuenca (hasta un máximo de 600 hm3/año) para ser derivado a la cuenca del Segura a través del trasvase.

Las presiones resultantes que soporta el río Tajo se concentran especialmente en su tramo medio, en el que a efectos prácticos se puede concluir que el río ha perdido la conectividad longitudinal, debido a la presencia de múltiples azudes a lo largo de su perfil longitudinal, así como la conectividad lateral con su llanura de inundación. Como consecuencia, se está produciendo un cambio de un tipo de ecosistema lotico (fluvial) a uno casi lentico (aguas estancadas), que dificulta e impide los fenómenos de dispersión de los componentes bióticos (migraciones, por ejemplo), lo cual está favoreciendo la llegada y el desarrollo de especies invasoras.

Por otro lado, las características físico-químicas del río han sufrido un importante grado de desnaturalización debido a los efluentes derivados por las depuradoras de Madrid y su área metropolitana, que no siempre están adecuadamente depurados. Como resultado, en el Tajo se han detectado contaminantes emergentes vinculados a la presencia en el agua de medicamentos (p.ej. irbersartan) y metabolitos de drogas de abuso como la cocaína. También se dan con frecuencia valores superiores a lo permitido de DQO (Demanda Química de Oxigeno), amonio nitrato y fósforo procedentes tanto de la gran capital y su área metropolitana como de las prácticas agrícolas intensivas. Destacar, además, que la falta de conectividad lateral ha llevado a que los cultivos agrícolas hayan reemplazado a los bosques de ribera, que han quedado reducidos a su mínima expresión limitando en la mayoría de los casos su presencia a los bancos de orilla del río Tajo.

A la vista de lo expuesto en los párrafos previos, se requiere de la adopción de un nuevo enfoque de gestión y aprovechamiento más acorde con los principios de desarrollo sostenible y de conservación de la biodiversidad que, por otro lado, también es coincidente con los objetivos planteados en la Directiva Marco del Agua. A este respecto, deberían promoverse estrategias de restauración en el río Tajo cuyo fin último sea la mejora de su estado ecológico, constituyendo este precepto un elemento más a integrar en los programas de medidas del Plan Hidrológicos de cuenca. Dichas estrategias deberían concebirse como un conjunto de actuaciones dirigidas a iniciar un proceso de cambio en la gestión de los sistemas fluviales, mediante el cual se pueda lograr la mejora de su estado, a la vez que se garantice el aprovechamiento sostenible de los recursos en virtud de la planificación hidrológica y de la ordenación de usos en las llanuras de inundación a escala de cuenca.

José María Bodoque del Pozo. Vicedecano de la Facultad de Ciencias Ambientales y Bioquímica