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El barrio olvidado de Toledo

20 septiembre, 2017 00:00

Un vecino mío, José Rodríguez Barrasa, el presidente de la asociación Azumel, del Poblado de la Fábrica de Armas de Toledo, está convencido de que nuestro barrio tiene todas las papeletas para ser considerado el más olvidado o el más abandonado de la ciudad. El hombre está que trina sobre todo tras comprobar que en el listado de actuaciones que prevé el Ayuntamiento con los siete millones de superávit de los que dispone no hay una sola obra que afecte a este enclave. Al menos en este año.

Lo cierto es que el asfaltado de las calles fue costeado, hace muchos años, por los propios trabajadores de la Fábrica de Armas y desde entonces poco se ha invertido para mejorar un barrio que se considera ahora uno de los más cotizados, y doy fe que impuestos como el IBI así lo indican, pero que carece de infraestructuras medianamente dignas, salvo la casita de la asociación remodelada en tiempos de García-Page como alcalde. 

En cuestión de tráfico, por ejemplo, soporta los vehículos de aquellos que se dirigen al hospital o al centro de especialidades, ya que en sus calles, estrechitas, eso sí, no hay ORA y se puede aparcar libremente.  Personalmente, no me parece mal, salvo por los conductores que colocan su vehículo sobre algún alcorque o a ras de algún árbol, ocupando parte de la calzada y se quedan tan anchos. Pero los vecinos quieren una zona verde, para residentes, que les garantice la posibilidad de dejar el coche junto a su puerta. De hecho, Rodríguez Barrasa me cuenta que ya lo ha solicitado al Ayuntamiento y está a la espera de respuesta.

Unas rampas que hagan accesible la bajada a Maestros Espaderos desde las viviendas que dan a Coronel Baeza es otra de sus peticiones. Por cierto en esa última calle son varias las casas que se inundan con las lluvias y también demandan una solución municipal, que, dicen, es bastante factible.

En definitiva, se trata de cuidar los detalles, de mimar, por ejemplo, el parque de la plaza de la Calera o de corregir ese espejo situado al final de Lorenzo de la Plana, ya lindando con el camino que lleva a Santa Teresa y el campus de la Fábrica de Armas, porque la falta de visibilidad le hace peligroso y ya ha ocurrido algún que otro incidente. 

Lo cierto es que el barrio un tanto díscolo, que siempre estuvo lejos del centro de la capital, autónomo y llamado a tener en el corazón el yacimiento de la Vega Baja, languidece en espera de una solución para esos terrenos que ya ni se sabe a qué administración pertenecen. Eso sí, el Ayuntamiento ha tenido a bien limpiar los rastrojos este verano para evitar males mayores.

Aquí dejo, pues, las reivindicaciones de mis vecinos, quienes reclaman que alguien les escuche. Por lo demás, estoy segura que el Ayuntamiento de Toledo incluye a nuestro barrio en las actuaciones que se extenderán en la capital gracias a ese superávit del que también nosotros somos responsables. ¿A que no me equivoco?