El Pasante

El alcalde de Pozo de Guadalajara quiere tener a Fernando Alonso y Marc Márquez

9 octubre, 2020 00:00

Pozo de Guadalajara, un pueblo de la provincia de Guadalajara de apenas 1.200 habitantes y cuya mayor proeza deportiva hasta ahora es la de tener un equipo de futbol sala en la primera división autonómica, se ha propuesto contar con un circuito homologado para Formula 1 y Moto GP, además de un hotel resort para 90 plazas y un museo para el automóvil. Un proyecto con promotor ignoto que ha dado a conocer el alcalde socialista de la localidad y delegado provincial de Fomento en Guadalajara, Teo Baldominos, al parecer un entendido en temas de la competición automovilística y motera.

Mas no acaban aquí los planes dados a conocer por el inquieto y docto regidor municipal. En una extensión de unas 140 hectáreas se pretende además reservar un espacio para la docencia donde impartir un master universitario de la especialidad y alguna ingeniería relacionada con el mundo del motor para formar técnicos y mecánicos. Y como no todo es erudición, igualmente está previsto lugar para ubicar un museo del automóvil, zona para presentación de nuevos modelos, centro de alto rendimiento y hasta una academia de pilotaje. Junto al singular y ambicioso megaproyecto, el sagaz alcalde ya tiene cifrados sus hipotéticos beneficios: una inversión de 60 millones de euros permitirá la creación de 150 puestos de trabajo directos y otros cientos indirectos a través de la celebración de las distintas pruebas automovilísticas además, naturalmente, de una incalculable riqueza para la zona.

Se exhibe en nuestro país un ruinoso y vergonzoso catálogo de obras faraónicas con las que políticos de todos los pelajes y formaciones pretendían en diferentes épocas “modernizar” nuestro país con el señuelo de creación de puestos de trabajo y beneficios infinitos para el territorio. Edificaciones hoy vacías, abandonadas, o infrautilizadas que son ejemplo indecente del despilfarro y corrupción promovidas por políticos incapaces tras su paso por ayuntamientos, diputaciones o comunidades autónomas. Proyectos faraónicos que generalmente cuentan con el aplauso y aceptación de las autoridades competentes, como en su día lo tuvo en Castilla-La Mancha el aeropuerto de Ciudad Real, convertido hoy tras muchas vicisitudes aún sin resolver en hangar para el mantenimiento de aviones. Un megaproyecto, como el del Pozo de Guadalajara, que también anunciaba la creación de cientos de puestos de trabajo, e inversiones millonarias en casinos, campos de golf, hoteles... Un proyecto que en este caso pudo llevarse a cabo gracias a inversores de “solvencia” y millones a espuertas –entiéndase, amiguetes del gobierno regional de turno declarados posteriormente insolventes que abandonaron tras dejar cuantiosas deudas incobrables-; músculo financiero suficiente – en este caso de entidad financiera controlada por políticos y posteriormente en quiebra y desaparecida-; y miles de puestos de trabajo. La cantinela de siempre por parte de una administración y políticos siempre ávidos y rendidos ante proyectos tan inútiles como oscuros llevados a cabo por unos rufianes de cuidado.

Resultan encomiables las intenciones del alcalde Baldominos para “cambiar el futuro” de su pueblo, mas no a cambio de intentar catalogar cuanto antes su pretendido circuito como de “singular interés” regional. Una calificación que permite la expropiación de terrenos sin límite, y en ocasiones en contra de los deseos de sus propietarios, para albergar un proyecto automovilístico de promotores desconocidos, en absoluto justificado y de futuro tan incierto.