Más que Palabras

El fugado y Sánchez

25 julio, 2018 00:00

Él no tiene nada que perder, está fugado de la justicia, no puede volver a España porque sería detenido de forma inmediata y encarcelado por un delito de rebelión. Puigdemont no es que esté subido al monte, que lo está, es que le interesa que a nuestro país le vaya cuanto peor, porque para él es mejor y por eso dinamita cualquier intento de su propio partido de rebajar la tensión con el Gobierno del España. No nos engañemos, no hace distintos. Le da igual quien está en la Moncloa, le es indiferente que sea el PP o el PSOE, como le resbala también el destino de su partido. Solo pretende salvarse él y, por eso, no quiere estorbos.

Tras la asamblea del PDCAT del pasado fin de semana ya sabíamos que al Gobierno -con solo 84 escaños de una Cámara de 350- se le iban a complicar las cosas. El cónclave de los independentistas certificó que no se abandona la vía unilateral y que se aspira a hacer "efectiva" la república catalana. No de forma "inmediata", pero sí "lo antes posible". De la asamblea también salió el compromiso de bloquear la agenda de Pedro Sánchez si se mantenía la "represión" hacia los separatistas. De hecho, Puigdemont no quiso en su día respaldar la moción de censura de los socialistas a Mariano Rajoy, que es la opción que defendió Marta Pascal, ahora “ fumigada”.

Pedro Sánchez es plenamente consciente de que tendrá muchísimas dificultades para sacar adelante cualquier iniciativa, y la parálisis puede hacer inviable su proyecto de gobierno, aunque intentará por todos los medios completar los dos años. De hecho, ayer mismo la ministra portavoz Isabel Celaá, aunque dijo que "nadie está pensando en adelantar las elecciones", no descartó por completo esa posibilidad: "Nadie va a resistir más allá de lo razonable". "Sería absurdo", insistió al ser preguntada por la postura del PDCAT y también por el PP, que tras su Congreso piensa endurecer su postura de oposición. La ministra se vio obligada a solemnizar lo obvio: que el "presidente legítimo" catalán, Quim Torra, reside en el Palau de la Generalitat y no fuera de España, en referencia a Carles Puigdemont, y que espera que el Govern actúe igual que el Ejecutivo de Pedro Sánchez en favor del diálogo para resolver la crisis política en Cataluña.

Esto que puede parecer razonable dicho así, al fugado le resbala completamente porque no está dispuesto a que otro tenga la sartén por el mango, y cada vez que Quim Torra intenta distanciarse en lo más mínimo de lo que él dice le dobla el pulso. "Está claro que Puigdemont no está dispuestos a olvidar el 155 y tras tomar otra vez el control del PDCAT, el prófugo ha ordenado a los diputados neoconvergentes del Congreso estar preparados para bloquear la acción del Gobierno socialista en cuanto considere que no está siendo lo suficientemente complaciente con sus exigencias separatistas”, señalaban algunos periódicos.

Como he comentado en alguna ocasión, como no hay más ciego que quien no quiere ver, "el  fugado”, en su misión sagrada del martirologio, que le llevará al camino hacia ninguna parte, seguirá campando a sus anchas mientras los suyos se lo permitan. La contumacia de Puigdemont en la ruptura es evidente y los suyos son los primeros que deberían pararle los pies de una vez. La Generalitat no puede dirigirse desde Alemania, ni desde Bruselas, ni desde la cárcel, y si el independentismo no quiere seguir hundiendo a Cataluña en el bloqueo debería zafarse de la esfinge de Puigdemont y continuar por la senda de la legalidad que el pretende impedir a toda costa, lo cual es un desatino. Pero, claro, él no tiene nada que perder y sabe que tarde o temprano irá a la cárcel, como sabe que España es un Estado de derecho y una democracia consolidada donde existe la separación de poderes, pero está ganando tiempo.

Quienes sí tienen mucho que perder son los catalanes atrapados en una confusión política que ya está pasando una importante factura social y también económica. Ya lo dijo Tarradellas: en política se puede hacer de todo menos el ridículo y Puigdemont no para de hacerlo. Lo he dicho, lo digo y lo repito: ¡Qué desgracia tenerle por esos mundos proclamando una 'balcanización' a la española en el país de nunca jamás!