Viento de La Mancha

Feijóo y Rajoy contra Vox

21 enero, 2019 00:00

Alberto Núñez Feijóo y Mariano Rajoy dejaron claro el primer día de la convención del PP de este fin de semana, que abogan por el centrismo, la moderación y el desprecio hacia Vox. Feijóo aseguró hace unos días que Vox es la "ultraderecha de verdad".

Mariano Rajoy, gallego, político de Alianza Popular, amigo, compañero y admirador del ministro franquista Gonzalez Fernández de la Mora, es quien más crítico se muestra con un partido nítidamente de derecha social como Vox. Alberto Núñez Feijóo, el delfín y heredero político del ministro franquista Manuel Fraga, el mismo Fraga fundador de Alianza Popular junto a otros ministros franquistas, es quien llama a Vox ultraderecha. 

Franquismo y consenso

El franquismo murió, pero antes de morir, sin embargo, el régimen nos dejó en herencia una clase dirigente y ciertos aspectos de su cultura política. No nos engañemos, los políticos profesionales españoles de los años 80 y 90, hasta hace poco, casi sin excepción, se formaron durante el franquismo, e incluso muchos de ellos proceden de ilustres dinastías de hombres públicos de aquellos años.

Y nada hay de malo en que así sea, es una consecuencia de la transición a la monarquía parlamentaria y de cómo se hizo. El régimen político es distinto, las personas son lógicamente otras, y los nombres, en cierta medida, también. Pero la cultura política, el modo en que los políticos creen que debe gobernarse España, no ha terminado de cambiar. Un ejemplo, de tantos, es el que hasta hace poco fue el presidente del primer grupo mediático español, Juan Luis Cebrián, ultimo jefe de informativos de TVE durante el franquismo e hijo del director del diario Arriba como alto cargo franquista, casualmente también es miembro permanente en España del influyente Club Bilderberg. 

Políticamente, el franquismo se basó en el consenso permanente entre las fuerzas que lo habían creado: las grandes decisiones eran tomadas teniendo en cuenta la opinión de monárquicos, falangistas, carlistas y católicos. La Unión de Centro Democrático, desde 1977, pilotó la transición con ese mismo criterio, es decir, no haciendo verdadera política sino “consensuando” las reformas con nacionalistas, socialistas, comunistas y populares.

El Partido Popular, heredero confeso de la UCD, en esta España que ya no es confesional colocó el “centro” en los altares políticos: es el dios de la política gubernamental. El Poder dimana del centro, sin el centro no hay gobierno, y el centro significa, para un partido que proviene de la derecha, escorarse hacia la izquierda. Incluso tenemos un partido llamado Ciudadanos que tiene como única referencia desde su nacimiento ese centro indefinido, a veces es socialdemócrata, a veces es liberal, a veces es de derechas y a veces es de izquierdas, una auténtica veleta.

Hace muchos años que la derecha renuncia sin más a su programa para aceptar el programa de sus rivales. En muchos asuntos capitales (extranjería, seguridad, educación) el PP está de hecho aplicando el programa del PSOE o de los nacionalista en determinados lugares, como en Galicia con Feijóo, y desde luego el PP olvidó el suyo -explícito e implícito- . Y en esto aparece Vox.

Vox quiere hacer política

El “consenso” es aceptable en temas extraordinarios, pero no en la administración ordinaria del Estado. El centrismo y el consenso, es decir la anti política, es el modelo de Feijóo y Rajoy. El consenso entre bambalinas, los acuerdos con los nacionalistas, el control de patronal y sindicatos a base de subvenciones, los sillones para que nada cambie, los pactos constantes con la oligarquía, el neocaciquismo a través de las autonomías, la venta de nuestra industria a poderes extranjeros, la cesión de nuestra soberanía, nada de defender principios políticos ni valores, nada de batalla de las ideas, impuestos para mantener el tinglado, este es el modelo fracasado que reivindican Feijóo y Rajoy cuando hablan de moderación y consenso.

Vox es un partido nuevo, fundado por un joven Santiago Abascal nacido en democracia, y por una víctima del terrorismo como José Antonio Ortega Lara, un partido que quiere hacer política real, dar la batalla de las ideas, defender nuestra soberanía, luchar por un Estado eficaz y equilibrado, dar libertad a los españoles ante la presión fiscal, desenmascarar a los secesionistas y a sus cómplices, defender la dignidad de nuestra nación en el contexto internacional, en conclusión defender y reivindicar España.

Es normal que Vox aterrorice a ese centro casposo y aburrido, ese consenso que aborrece el reformismo y la batalla de las ideas. Vox representa a una derecha con identidad, mensajes sociales y trasversales, esa es la razón por la que Vox ha sido un partido muy presente en esta Convención Nacional del PP, unos se acordaron de ellos por miedo a perder la poltrona y otros por admiración contenida, pues también son muchos los que en el mismo seno del PP quieren también hacer política y desterrar las formas trasnochadas de ese centrismo que ha reprimido a la derecha social española hasta la llegada de Vox.